dijous, 26 d’abril del 2018

EL PROCÉS


"Mi jefe es un psicópata" Iñaki Piñuel. Alenta.

Cómo se llega a la dimisión ética interior

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, el proceso por el que un determinado individuo alcanza la anestesia moral ante el mal, o su dimisión ética interior, no suele ser resultado de su voluntad detenida y deliberada, sino del juego de sutiles mecanismos de defensa que le afectan y que, por lo general, no advierte de manera consciente.
Ante el problema que la obligación de actuar frente el mal genera en los individuos de nuestra especie, es de esperar que la mayoría nos llevemos por estos sutiles mecanismos psicológicos de defensa, en lugar de elaborar una respuesta activa racional, meditada e inteligente.
Sin embargo, todos estos mecanismos de defensa presentan un problema: todos son intentos fallidos e ineficaces de restablecer el equilibrio psíquico. En consecuencia, muchas partes importantes y esenciales de la realidad quedan mal percibidas, sesgadas, veladas, escondidas o reprimidas de manera subconsciente.
Después del pormenorizado análisis de cómo se degradan moralmente las personas en las organizaciones sociales, el equipo de investigación Cisneros ha desarrollado un sistema progresivo de siete escalones para poder evaluar el grado de anestesia moral y dimisión ética interior al que ha llegado un individuo en una organización ante su responsabilidad de actuar:
  1. La parálisis moral mediante la resignación ante lo que no puede evitarse. Ante el espectáculo del sufrimiento en el mundo del trabajo y de la destrucción de las vidas y familias de millones de seres humanos, la mayoría silenciosa suspende sus juicios de valor, aludiendo a las leyes del mercado o a su carácter naturalmente regulador como algo inevitable. Si la economía explica estos hechos como derivados de algún tipo de lógica racional, no queda más que resignarse. Todo este proceso lleva a la mayoría de las personas a dejar de sentirse responsables por lo que les ocurre a los demás, y en última instancia puede terminar ocurriéndoles también a ellas.
  2. “No es asunto de mi competencia, no me corresponde a mí”. La fabricación de distancias psicológicas con las víctimas. En las organizaciones se suelen practicar dos tipos de rodeo psicológico para anestesiarse ante las víctimas: 1) no está en mi mano ayudar a los que están lejos (lejanía geográfica) y, por lo tanto, quedo excusado de prestar ayuda a los que sufren; y 2) no es mi asunto, no me corresponde técnicamente a mí intervenir (lejanía funcional). En las organizaciones, apoyar o prestar ayuda a los que sufren es el problema o la responsabilidad de otros, los del departamento de recursos humanos o aquellos que “cobran” por ello. Gritar que otros se ocupen del problema suele ser un elegante modo de reducir la disonancia por nuestra insolidaridad e indiferencia ante él.
  3. “Es culpa de quien lo ha hecho, no mía”. El desplazamiento de la responsabilidad moral de actuar sobre el autor. Con este mecanismo de defensa se trata de conseguir cargar al máximo las tintas de la responsabilidad de la victimización sobre sus actores directos, y desplazar así la obligación de ayuda que nos correspondería en cualquier caso. Cargar simplemente la responsabilidad sobre el carácter malvado de los perpetradores incrementa la probabilidad de que nadie haga nada por las víctimas, ya que nadie se siente responsable de atajar el problema por no haberlo generado directamente.
  4. “Yo ya ayudo a otros”. El desplazamiento de la obligación moral sobre otros tipos de víctimas. Nuestra mala conciencia encuentra el modo de sobrevivir al hecho terrible de no haber prestado ayuda a nuestros próximos a costa de ayudar a otras víctimas más lejanas a nosotros. Tal es el origen de muchas de las contribuciones económicas a las ONG y otras organizaciones asistenciales.
  5. “¿Y los otros, qué?”. La difusión sobre el grupo de la responsabilidad de actuar. Solemos terminar encontrando a otros que son los que tienen que hacer por las víctimas aquello que nosotros estaríamos obligados a hacer: el Estado, la Seguridad Social, las ONG, el Gobierno, etc. Estamos más justificados en nuestra indiferencia cuanto mayor es el colectivo al que atribuimos la responsabilidad de actuar. Sin embargo, no se trata de que estos organismos no actúen ante los problemas a nuestro alrededor, sino de caer en la cuenta de que tendemos a utilizar la existencia de estos organismos para inhibir nuestra responsabilidad moral y desplegar un comportamiento indiferente.
  6. “Se lo merecen”. El error básico de atribución, el mecanismo del chivo expiatorio y la satanización de las víctimas. Este recurso moral perverso para librarnos de nuestra responsabilidad hacia quienes sufren consiste en establecer la culpabilidad de la víctima de su mal. Comenzamos por no hacer nada ante quien arremete contra una víctima. Posteriormente, por el efecto de la disonancia que ello nos genera interiormente, creemos realmente en su culpabilidad. Finalmente, terminamos participando “de buena fe” en un proceso de linchamiento que termina adoptando una forma colectiva: el conocido mecanismo de “todos contra la víctima”, donde se la sataniza y convierte en chivo expiatorio. Muchas víctimas de la injusticia, de los abusos y de la violencia constatan con desesperación que sus amigos, sus familias o incluso sus propias parejas las cuestionan, las reprenden, les hacen reproches, participando sin saberlo en el esquema moral del indiferente-justificador-agresor.
  7. “Muerto el perro, se acabó la rabia”. El síndrome de ensañamiento con la víctima. La conocida dificultad de detener los linchamientos, una vez que estos se inician, se explica no solo por el mimetismo, sino también porque dejar a la vista de todos a una víctima significa mantener la posibilidad del impacto emocional de la disonancia. De lo que se trata es de insensibilizar los pocos remordimientos morales que quedan, sepultándolos con nuevos actos de barbarie. De ahí que todos los linchadores quieren que “lo que haya que hacerse se haga cuanto antes”. A partir del momento en que una víctima muere a manos de sus linchadores, la crisis concluye, se restablece la paz y lo incompleto se completa.  
Los individuos que culminan estos siete grados están ya preparados para ser cada vez más activos en el linchamiento ulterior de otros y en la colaboración activa con el mal. Han terminado formando parte de la estructura del mal que aqueja a sus grupos de pertenencia. Han pasado a formar parte del estatus de poder y de dominio que requiere para su funcionamiento el sacrificio periódico de nuevas víctimas en su entorno y en su propio seno. El poder los ha terminado convirtiendo en personas malvadas, sin que se hayan dado cuenta de ello. Son, a todos los efectos, nuevos psicópatas organizacionales.

NOMÉS HI PUC AFEGIR UN COMENTARI: HI HA POBLES, COL·LECTIUS I INDIVIDUS QUE VIUEN PERMANENTMENT EN UN PUNT. ALGUNS EN EL 7. QUI SÓN?

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PROPAGANDA

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